Sabemos que, en los primeros instantes del universo, materia y antimateria fueron creadas en cantidades prácticamente iguales. Poco después, ambas comenzaron a aniquilarse mutuamente, liberando enormes cantidades de energía. Sin embargo, por motivos que aún no comprendemos del todo, quedó un pequeñísimo exceso de materia. Ese diminuto desequilibrio permitió que existiera el universo tal y como lo conocemos: con galaxias, estrellas, planetas... y nosotros.