Un 20 de abril de 1992, el rey Juan Carlos inauguraba una exposición universal que proyectó al mundo la imagen de una ciudad nueva y cosmopolita.
Este domingo se cumplen 33 años desde que un 20 de abril de 1992, el Rey Juan Carlos inaugurara la Exposición Universal de Sevilla. Un acontecimiento que junto con las Olimpiadas de Barcelona ponía a España en lo más alto de la esfera internacional. Seis meses de actividades imparables en la que todos los países del mundo estuvieron representados. En Sevilla dejó una huella y un recuerdo que aún perduran.
Fue pasadas las 12 del mediodía de aquel 20 de abril de hace ya 33 años. Repicaron las campanas de la ciudad y abrieron las puertas de los pabellones de 108 países. Algunos hasta improvisados como los estados que renacieron en esas fechas tras desintegrarse la antigua Yugoslavia. El recinto abría sus puertas para los que serían los primeros de los más de 15 millones de visitantes que con su pase de acceso, con huella digital, se acercarían durante seis meses a la Isla de la Cartuja. Un espacio de 215 hectáreas transformado durante una década en torno al monasterio donde Colón planificó su odisea hacia América.
Toda una planificación que tuvo un serio revés. Dos meses antes se quemaba de forma fortuita el Pabellón estrella, el de los Descubrimientos, aunque el ingenio del artista Eduardo Arroyo y sus deshollinadores gigantes salvaron el escollo.
Pero había muchísimas más cosas que ver. La Expo era un hervidero de actividades, explosión cultural e innovación. Pudimos disfrutar de los grandes tesoros de la cultura mundial; la vida con energía alternativa, o el medioambiente del que entonces poco se hablaba. Cada día un país era el protagonista y sus máximos representantes hacían acto de presencia. Tuvimos en la Expo hasta la Feria de abril.
Conciertos, cabalgatas y cada noche un innovador espectáculo de luz y sonido en el lago para darle un poco de ocio a tanta intensidad. Algo tendrían esos 176 días de Expo que perduran en el recuerdo 33 años después.
Hoy el recinto se ha integrado con más o menos acierto en la ciudad y mientras que algunos pabellones como el hongo de madera de Japón se desmantelaron de inmediato, otros se fueron transformando. Es el paso de tiempo que dejan imágenes como recuerdo para la posteridad.